No existe la muerte, solo existe la Fuerza
Con el amanecer, una refrescante brisa se ha levantado, lo
que ha ayudado a retirar la humareda del que estaba siendo tu campo de batalla.
La brisa es reconfortante. Tus túnicas se mecen a su ritmo,
mientras coges aliento. Sangras. Ignoras el dolor. Nada nuevo para tus
experimentados huesos.
El aire no solo trae
la brisa. Puedes escuchar el zumbido de una nave aproximándose. Sirona se
acerca a toda velocidad.
Esto solo durará un poco más.
Les sientes. El grande, a tu derecha. La pequeña, a tu
espalda. Te están evaluando, como depredadores a su presa. Como depredadores, a
los que su boca se hace agua ante la inminencia del próximo bocado.
Aún no estás vencido.
Con una exhalación, giras sobre ti mismo, acariciando con el
filo del sable el disparo dirigido a tu espalda. Has hecho blanco. Eso te
dejará solo con el grande por un momento.
¡Demasiado rápido! Para cuando puedes reaccionar, te
atropella en un vuelo rasante de su Jet Pack. Estás en el suelo. Cierras el
puño. Has perdido el sable.
¡Del cielo! Alcanzas a rodar a tiempo cuando dos pesadas
botas se estrellan contra el suelo justo donde antes reposaba tu pecho.
La Fuerza devuelve el sable a tu mano. Te creía vencido; se
ha confiando. De un salto tratas de alcanzar la mole de metal y carne,
acompañando el movimiento de un corte ascendente.
Reacciona, pero no lo suficientemente a tiempo. Alcanzas su
propulsor principal, y su vuelo errático deja una estela de humo negro a su
paso, haciéndole aterrizar bruscamente.
La mochila ha empezado a arder y trata de desembarazarse de
ella, mientras inicias tu asalto.
En un intento desesperado por ganar tiempo, lanza los restos
en llamas hacia ti. Los cercenas con tu sable,.
Nada más frena tu avance. Desenfunda una pistola bláster que
extiende rápidamente hacia ti, la cual acaba con su cañón cercenado por el
corte de tu espada.
Da un paso en falso, cae con una rodilla al suelo. Es
vulnerable y ya has decidido que vas a cobrar su vida.
Tu siguiente paso al frente va acompañado del descender del
filo de tu espada sobre su cabeza. El golpe final. Trata de cubrirse con sus
manos y tu espada le alcanza.
Tu sable se detiene. Su guantelete está extendido. Puedes
ver como cierra los dedos alrededor del filo azulado. La espada crepita y su
filo se apaga.
Triunfal, se yergue en toda su altura. Sus dos manos se aferran a tu cuello. Luchas por zafarte, pero es inútil.
Diriges la mirada al cielo. La Banshee, su bella silueta se distorsiona en la retina, mientras la vista se te nubla, hasta que todo queda sumido en tinieblas...