“¿Y veis esta cicatriz en mi costado? ¡Tuve que hacérmela yo
mismo en Cholganna! Mis hombres y yo íbamos detrás de la mítica Sa Nalaor.
¿Qué son esas caras? ¿No conocéis la historia de la Sa Nalaor? ¡ESTRELLAS, tragadme!
¿De qué Galaxia sois?
La Sa Nalaor es
una nave Separatista perdida hacía mucho tiempo. Cuando el movimiento
Separatista estaba próximo a fracasar en su lucha, se cuenta que su capitán la
cargó con hasta el último crédito que logró reunir. Además, en ella viajaban
los mejores cibertécnicos de la Galaxia en aquel momento.
¡Algunos pensaban que se había perdido para siempre! Que
había pasado demasiado cerca de una supernova o se había estrellado con la
sombra hiperespacial de algún gigante gaseoso. ¡Viajar por el hiperespacio no
es como dar un paseo por campo, niños!”
-
¿Y lo de la cicatriz, capitán Koning?
“Ah sí, la cicatriz. Como os decía, me encontraba en
Cholganna, aislado del resto de la tripulación, mientras exploraba por mí mismo
lo que parecían… ¡y en efecto: eran! Los restos de una parte del casco
de la Sa Nalaor. Cuando… de pronto…
se me echó encima sin que diera cuenta un Nexus! El muy maldito debía haber
hecho de los restos su guarida, y no debían gustarle mucho los cazatesoros!
¡Yo le disparaba con mi bláster, pero se movía a la
velocidad del rayo! Vacíe mi cargador, no sin antes herir a la bestia, pero no
fue mortal. Me había dado zarpazos y mordiscos por todo el cuerpo… ¡por lo que
íbamos empatados!
Pero yo me encontraba desarmado y sin posibilidades contra
la bestia. Conseguí ocultarme de ella por un momento, y mientras ambos nos
dábamos un respiro, tomé una determinación: ¡debería batirme con esa bestia
cuerpo a cuerpo! ¡Pero mis dientes y uñas no eran rival para un Nexus… así que
decidí arrancarme una costilla para usarla como puñal!
-
¡Oooohhh!
Salí a su encuentro. Ella cojeaba. Babeaba y chorreaba
sangre que debía ser mía de entre sus dientes. Yo la tanteaba… dábamos vueltas
en círculos, midiendo a nuestro adversario cuando de pronto… ¡saltó sobre mí,
elevándose sobre sus cuartos traseros, tratando de derribarme con todo su peso!
Y los dos ¡chocamos! Un rayo iluminó las sombras de las ruinas, pues una
tormenta tropical había empezado… (no sabéis lo que es llover, muchachos, si no
habéis vivido una tormenta en Cholganna). Nos batimos como titanes, ¡rodamos
por el suelo! ¡Sus zarpas se me clavaban! Perdí mi arma improvisada en el
forcejeo y… cuando consiguió tenerme a su merced, encima de mí, ya me creía
vencido, pero… y esto no sé cómo ocurrió, mi costilla apareció en mi mano y,
tumbado como estaba, la bestia rugió victorioso a las lunas y, entonces yo vi
mi momento y… atravesé con mi improvisado puñal su garganta media docena de
veces.
-
¿Y murió ahí?
“Claro que murió ahí. Su cuerpo inerte me cayó encima. Dio
tiempo a que su cuerpo se enfriase antes de que recobrara el aliento suficiente
para conseguir quitármelo de encima.
-
Pero hay una cosa que no entiendo capitán… ¿cómo
consiguió llegar hasta su costilla para arrancársela? ¿Y cómo pudo luchar sin
ella? Eso tiene que doler muchísimo.
“La adrenalina jovencito, ¡la adrenalia! ¡Es nuestro
combustible: el desayuno de los héroes! Y ya me he cansado de historias. A ver,
pimpollos, ¿alguno sabe jugar al Sabacc o al Prazak? Da la casualidad de que llevó
mis barajas encima…”